Uno de los tratamientos más efectivos para la limpieza de cualquier fachada o recubrimiento es utilizando el chorro de arena. El desgaste natural que se aprecia en fachadas y revestimientos debido a la lluvia, el calor, las humedades, etc, puede ser revertido de manera eficaz si empleamos la técnica y los materiales adecuados. A continuación te explicaremos cómo se limpia una superficie con chorro de arena y qué aspectos se deben de tener en cuenta.
¿En qué consiste la técnica del chorro de arena?
La técnica de limpieza con chorro de arena también se le conoce como arenado, chorreo o sandblasting. Consiste en proyectar a presión granos de una arena especial sobre una superficie. Mediante la abrasión impulsada por un hilo de aire, se logra eliminar cualquier tipo de óxido, mancha de humedad o resto de pintura. Durante el proceso se desprenden gránulos que impactan con fuerza sobre el plano y se fragmentan en polvo. De esta manera se generan una serie de orificios microscópicos perfectamente uniformes que renuevan por completo el aspecto de la fachada.
El arenado bien ejecutado proporciona un gran resultado sin dañar la superficie. Es una técnica que puede ser aplicada sobre superficies de metal, madera, ladrillo u otros materiales. En Sogestone somos especialistas en el cuidado y mantenimiento de la piedra natural, para la cual esta técnica resulta idónea.
Aspectos a tener en cuenta para el arenado
El arenado es una notable solución cuando queremos dejar como nueva cualquier fachada o revestimiento. Para impurezas o manchas como el óxido o la humedad resultan insuficientes los métodos de limpieza tradicionales. Por esta razón, la aplicación de un abrasivo será la mejor opción viable.
No obstante, al manipular una arenadora o pistola de chorro de arena se deben de tomar ciertas precauciones para evitar cualquier accidente y tratar de obtener un resultado óptimo. A fin de cuentas, es un método que desprende arena y polvo y cuya inhalación puede provocar serios problemas respiratorios. Los aspectos a los que se debe prestar mayor atención son:
Equipamiento de material de seguridad. Para evitar poner en peligro nuestra integridad física, será imprescindible la utilización de EPIS adecuados. Se incluirán guantes, mascarilla y vestimenta adecuada.
Protección del entorno. Al llevar a cabo el arenado debemos ser conscientes que vamos a llenarlo todo de arena. Por ese motivo será importante establecer una cabina para llevar a cabo el proceso en un espacio cerrado y adecuado. En el caso de fachadas y paredes se deberá proteger el perímetro de acción.
Elección del abrasivo. A la hora de ponerse manos a la obra, debemos seleccionar el que mejor convenga para la superficie que se va a trabajar. La arena de sílice ha sido tradicionalmente el material más utilizado, sin embargo, debido a los peligros para la salud que comporta, existen alternativas igualmente eficaces y mucho más seguras. De esta manera, según su dureza, podemos optar por otros abrasivos como silicato de aluminio, vidrio granulado, granalla, corindón… entre otros.
Regular el caudal de aire y la presión. Es crucial adecuar el compresor de aire a la potencia correcta y comprobar que la arena no se encuentra mojada, ya que podría obturarse el conducto.
Seleccionar la granulometría. Criterio fundamental a la hora de limpiar una superficie. Será importante elegir el tamaño y tipos adecuados de granos para que el trabajo sea eficaz pero sin dañar la superficie. Por eso, según el material a tratar, debemos elegir un abrasivo con una dureza y tenacidad óptimas. El tamaño de grano se suele medir en micras, aunque existen una norma en Europa marcada por la FEPA (Federación Europea de Productores de Abrasivos) la cual utiliza la letra P para identificar el cribaje.
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